En lugar de alardear de nuestros logros, gran poder, fortaleza o conocimiento, deberíamos comenzar cada día, diciendo: "Señor, aquí estoy, listo para hacer lo que tú quieres que haga. Saco todo de mí mismo hasta donde sé hacerlo, permitiendo que tu gracia fluya en mi vida y me capacite para que tu deseo sea hecho en mí. Deposito todo mi ser en ti. Yo puedo sólo lo que tú me permitas; tener sólo lo que tú quieras, y hacer solamente lo que tu poder me capacite para realizar. Cada victoria en mi vida es para tu gloria y no para la mía".
Escrito por: Joyce Meyer
Libro: Si no fuera por la gracia de Dios
Editorial UNILIT
0 comentarios:
Publicar un comentario