11 oct 2009

La Lucha Interior

Nací en pecado. Durante años fui controlado por el pecado, pero no lo sabía. Estaba literalmente muerto en "delitos y pecados" (Efesios 2:1). Escuché entonces las palabra de Dios, la Ley y el evangelio. Tomé conciencia de mis culpas y pecados. Vi por vez primera mis pecados. Acepté a Cristo. Y ahora la ley de Dios me habla todos los días por medio de la Palabra de Dios.

Ahora tengo conciencia de pecados que ignoraba tener. A veces me desespero (como Pablo en Romanos 7:24 "¡Miserable de mí!") pero, alabado sea el Señor, me consta ahora que nadie me puede condenar porque estoy en Cristo (Romanos 8:1). Cristo me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2). Todavía soy yo, con mis vieja personalidad y naturaleza pecaminosa, hábitos pecaminosos que se afianzaron de mi persona en los largos años antes de convertirme a Cristo. Pero ahora ha entrado en mi vida el Espíritu Santo. Me muestra mi pecado. Condena el pecado que vive en mí (Romanos 8:3). Y con su poder me ayuda a satisfacer los requerimientos de la ley de Dios (Romanos 8:4).

Si me empeño en recordar mi antigua vida y mis pecados, volveré a esa vida. El viejo "yo" continuará pecando. Pero si reduzco mis pensamientos a Cristo y procuro escuchar y obedecer al Espíritu Santo (Romanos 8:5), el Espíritu Santo me otorgará vida y paz (Romanos 8:6). Si uno cree en Cristo, tiene al Espiritu Santo (Romanos 8:9). Su espíritu ha cobrado vida(Romanos 8:10). El Espíritu Santo da vida a su cuerpo, trayéndolo de vuelta de la muerte del pecado(Romanos 8:11) y trayendo abundante nueva vida en Cristo.

Nota escrita en el libro de El Espíritu Santo, por Billy Graham, Versículos parafraseados en primera persona de lo que dice Pablo en Romanos 8:1-13.

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